Durante nuestra vida, nos atiborran de vacunas, antibióticos, antitusígenos, anti, anti., empezando desde la cuna una lucha contra el entorno por la salud, que realmente depende de nosotros mismos. La medicina «tradicional» la pelea a muerte con el medicamento químico, sin tomar en cuenta el motivo de la enfermedad, que suele ser mucho más profundo que un virus o una bacteria.
La enfermedad es una enseñanza, o un camino (como dicen Dethlefsen y Dahlke en su libro «La Enfermedad como Camino), que nos conduce a la salud, transitando por los vericuetos del sufrimiento, la fiebre, el resfriado, las jaquecas, la depresión, el insomnio, los tumores, etc. y que, si la tratamos como lo que es, una maestra en nuestra vida, finalmente nos conducirá a la vida plena, siempre en armonía con la naturaleza.